Víctor Colden - «Mañana me voy»

 

Mañana me voy – Víctor Colden
Abada Editores (Madrid, 2023)
115 páginas – 18,00 €
 

«Yo soy uno que anda y escribe, y el silencio me alimenta».
Víctor Colden

Algo tendrá este Mañana me voy de Víctor Colden para que quien esto escribe haya decidido retomar este vetusto blog —que ha permanecido en completo abandono en la nube durante más de cinco años— y animarse a escribir unas líneas sobre la más reciente obra del escritor madrileño.

Pero antes de lanzarme a escribir sobre el libro, me gustaría decir que conocí a Víctor Colden gracias a las redes sociales —que, bien utilizadas, son una maravilla— y que he leído todos los libros que ha publicado hasta el momento: Inventario del paraíso (2019), Gazeta de la melancolía (2020), Veinticinco de hace veinticinco (2021), Tu sonrisa sin temblar (2022) y el ya mencionado Mañana me voy, que ha visto la luz hace apenas unas semanas. Comprobarán ustedes que Colden, para alegría y disfrute de sus fieles lectores, mantiene ligero el paso de su escritura y nos ofrece un libro cada año.

Mañana me voy, ya lo dice la contraportada del libro, es el diario de una marcha a pie de seis días por el norte de la provincia de Soria. Y así, a capítulo por día, está estructurada esta obra que, en mi opinión, es la más personal y de mayor hondura de todas las que el autor ha escrito.

Escribir, caminar

¿Caminar para buscarse, para huir de uno mismo, de los fantasmas; para acallar el demoledor parloteo de la mente; para dejarse invadir por la soledad? Para todo eso y para muchas cosas más. Afirma Colden al principio de su libro que, más que para buscarse, sale de viaje para huir de sí mismo, para perseguir el silencio. Lanzarse al camino «como ejercicio de reflexión, de meditación, para serenar la mirada y el corazón». Y, efectivamente, el escritor alcanza algo parecido a la iluminación ante la contemplación de una encina solitaria o de un petirrojo que se posa en el sendero durante un segundo. Hay momentos en los que el caminante parece liberarse de su propia presencia y convertirse en la paz del sonido de la lluvia, en el aroma de la pinocha o en los ciruelos en flor que se exhiben en una tierra tan solitaria como hermosa, todavía con la tiritona del helor, pero ya casi vestida de primavera; una tierra malherida y humillada por las atrocidades y la fealdad que aporta el progreso.

Registra el caminante los detalles de su travesía en un cuaderno de bolsillo y otro de tamaño folio. Afirma que en esta vida todo, o casi todo, puede sobrellevarse, pero que esas dos cosas (escribir y caminar) no le han de faltar jamás. Aunque, más adelante, consigue inquietarnos cuando deja caer que «haber escrito no tiene por qué significar seguir escribiendo».  Pero Colden, afortunadamente, reflexiona y escribe. Escribe sobre sus recuerdos, temores, dudas, aspiraciones… En ocasiones tiene al dolor como compañero de camino. Unas veces es el dolor físico, otras es el dolor causado, por ejemplo, por el recuerdo de la temprana desaparición del padre. Hay en estas delicadas páginas más dolores, más nostalgias, nuevos deslumbramientos y algún que otro encuentro.

Afinidades

Debo confesar que, para mí, leer a Colden es algo parecido a mirarme en un espejo, impresión que he experimentado al leer cada uno de sus libros. Desconozco la causa de esa sensación, pero es muy posible que algo tengan que ver unas cuantas coincidencias o afinidades: la pertenencia a la misma generación; la debilidad por unos cuantos autores, algunos bastante olvidados, como Azorín, Gil-Albert, Cirlot, Machado y tantos otros; el disfrute y la nostalgia del pop ochentero, de Leonard Cohen, de ciertos cantantes italianos y franceses. Comparto con Colden el placer de descubrir y rescatar del olvido algunas palabras, de juguetear con los topónimos («... un topónimo puede ser razón suficiente para emprender un viaje»). Tal vez la afinidad mayor sea la permanente nostalgia de otros tiempos, vividos o no, y la esperanza, más bien infundada, «de que retorne el tiempo del silencio, el tiempo de los relatos junto al fuego, las palabras a media voz, el pudor, la cortesía y cierto sentido de la honradez».

Leer, emocionarse, llorar

La escritura de Colden es elegante, cristalina, sin dobleces ni aditivos, conmovedora. Un modo de escribir que me trae destellos de otros autores a los que me he aficionado últimamente como Christian Bobin, Jesús Montiel o José Mateos. Con la escritura de todos ellos he disfrutado, me he visto reflejado, me he emocionado y hasta he llorado.

Lean, pues, este Mañana me voy de Víctor Colden. Disfrútenlo, emociónense y, si sienten la necesidad, lloren.   

E.V.

 

Página web de Víctor Colden: victorcolden.es









 

 

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